Neruda se interna en las cosas, las apropia para su poesía, confiere a ésta la inmensidad destemplada y la íntima carnalidad del mundo que le es propio. Nada queda afuera: ni cielo, ni tierra, ni piedra, ni mar, ni bestia, ni hombre, ni amor.
Precisamente estos que Neruda dice ’mal llamados sonetos’ de amor, sonetos de madera con el sonido de esta opaca y noble sustancia, lo contienen todo. Un todo manifestado con una suerte de sensualidad casta y pagana: el amor como vocación de hombre y la poesía como su tarea.
Neruda se interna en las cosas, las apropia para su poesía, confiere a ésta la inmensidad destemplada y la íntima carnalidad del mundo que le es propio. Nada queda afuera: ni cielo, ni tierra, ni piedra, ni mar, ni bestia, ni hombre, ni amor.
Precisamente estos que Neruda dice ’mal llamados sonetos’ de amor, sonetos de madera con el sonido de esta opaca y noble sustancia, lo contienen todo. Un todo manifestado con una suerte de sensualidad casta y pagana: el amor como vocación de hombre y la poesía como su tarea.